martes, 10 de marzo de 2009

Quema de libros y entierro de los intelectuales

Se refiere este interesante capítulo de la historia antigua de China al desafortunado incidente durante la dinastía Chin (Qin, 221 – 206 a.C.), donde el déspota emperador Chin Shih-huang (Qin Shi Huang, 259 – 210 a.C.) ordenó quemar todos los libros que existían en esa época, así como enterrar vivos a muchos académicos.
En los anales históricos, el hecho se inicia en el año 213 a.C., donde todas las obras clásicas del período anterior conocido como las Cien Escuelas del Pensamiento, excepto aquellas de la escuela legalista, fueron quemadas.
Chin Shih-huang ordenó la quema de esos libros debido a que temía que el contenido histórico de los mismos podrían en peligro la legitimidad de su reinado. En vez, procedió a escribir sus propios libros de historia. Para ese propósito, ordenó a su primer ministro, Li Shih (Li Si, 280 – 208 a.C) para que se encargase del proyecto.

La quema de libros es uno de los capítulos más tristes de la historia antigua de China.




Al respecto, Li Shih propuso que todos los compedios históricos en los archivos imperiales, excepto aquéllos escritos por historiadores del reino de Chin, fuesen quemados. También ordenó que el Libro de las Odas, el Libro de la Historia y las obras de los académicos de todas las otras escuelas del pensamiento fuesen entregados a las autoridades locales para su posterior quema. Cualquier persona que mencionase o discutiera acerca de tales libros, particularmente los dos antes mencionados, debía ser ejecutada en el acto.
Al mismo tiempo, se ordenó que toda persona que usase ejemplos del pasado para criticar o satirizar la política del reino, fuese ejecutada junto con todos sus familiares de nueve generaciones para arriba y para abajo; a fin de extirpar totalmente el linaje de la misma.
Las autoridades que no reportasen casos que hayan descubierto o fuese benévolos hacia los culpables, sufrirían las mismas consecuencias, es decir, serían ejecutadas junto con todos sus familiares.
Quienes no procediesen a quemar tales libros en un lapso menor a 30 días después de haber sido anunciado el decreto, serían desterrados al Norte y convertidos en esclavos para trabajar en la construcción de la Gran Muralla.
Los únicos libros que recibieron dispensa de la quema fueron aquéllos que trataban sobre medicina, agricultura y adivinación.

Mapa de China durante las dinastías Chin y Han.

El término en chino, Fenshu kengru (焚書坑儒), significa literalmente “quema de libros y entierro vivo de los confucianistas”. En ello se implica que aparte de la quema de los libros de la época, también se ordenó enterrar en vivo a los letrados confucianistas. La quema de libros fue un hecho comprobado y de hecho, muchas obras y tratados antiguos desaparecieron; y hoy día, sólo se sabe de ellos por mención en otras obras que lograron ser ocultadas y salvadas de esa destrucción generalizada del saber.
Según el Shih Chih o Registros Históricos (史記), de Ssuma Chien (Sima Qian, 145 ó 135 – 86 a.C.), después que Chin Shih-huang se declaró como Primer Emperador de China tras conquistar todos los otros reinos y unificar la nación en el año 221 a.C., Li Shih sugirió suprimir la libertad de expresión, así como unificar todos los pensamientos y opiniones políticas. La justicación que presentó Li era que los intelectuales pronunciaban falsos elogios a la corte, a la vez que incitaban al descontento mediante la calumnia y los escritos satíricos.
La parte correspondiente a la quema de libros constituye un hecho del que no existen dudas algunas. Lo que está sujeto a debate es el hecho del entierro en vida de los académicos, o más específicamente en chino, de los académicos confucianistas.
De acuerdo con la versión original del Shih Chih, se narra el entierro en vida de más de 460 personas, pero no se detalla que eran letrados confucianistas (ru-chia,儒家). Por lo menos en otros dos capítulos del importante documento clásico de la antigüedad, se menciona que los quemados eran su-shih (術士), un término que en chino significa literalmente “maestro de artes”, y que se usaba en la antigüedad para describir a los brujos, curanderos, alquimistas, prestidigitadores y adivinos. Estos personajes solían atribuirse propiedades sobrenaturales y auto-adjudicarse títulos pseudoacadémicos. De nuevo, comprobamos que Ssuma Chien nunca se refirió a los académicos confucianistas al mencionar el asunto del entierro de académicos ordenado por el emperador Chin Shih-huang.

Estela de piedra que marca el sitio donde fueron enterrados en vida los letrados.

Entonces, ¿de dónde surge el término kengru o entierro vivo de los confucianistas? El origen puede ser remontado al sexto año del reinado del Emperador Chao de la dinastía Han, que reemplazó a la dinastía Chin después de su colapso. La fecha equivale al año 81 a.C., o sea más de cien años después de la muerte de Chin Shih-huang.
Durante la dinastía Han, volvió a cobrar auge el confucianismo, reemplazando a la escuela legalista que había prevalecido en la dinastía anterior. En consecuencia, los funcionarios confucianistas en la corte adquirieron gran poder e influencia.
Esa situación trajo una serie de consecuencias inquietantes en la corte. El emperador se oponía a que estos funcionarios cobrasen a título personal impuestos arbitrarios sobre los negocios de la sal y el hierro. Aparentemente, el emperador Chao hizo tal declaración con el fin de intimidar a los funcionarios confucianistas y recordarles de la desagradable quema de libros de la dinastía anterior.
Otra razón que podría justificar la insinuación de la persecución contra los confucianistas por parte de los historiadores de la dinastía Han, era el deseo de colocar la escuela confucianista como sistema de pensamiento único en China. Para este fin, era menester resaltar la calamidad y el colapso final de la dinastía Chin pocos años después de haberse iniciado la quema de libros y entierro vivo de los intelectuales.


El Emperador Chin Shih-huang.

Posteriormente, los historiadores confucianos condenaron al emperador Chin Shih-huang de haber quemado los clásicos y enterrado vivos a estudiosos confucianos. Poco después, compilaron la lista de los "Diez crímenes de Chin" para destacar sus acciones tiránicas. Chia Yi (Jia Yi, 賈誼,; 201 – 169 a.C.), famoso poeta y estadista de la dinastía Han, concluyó su ensayo Las faltas de Chin (過秦論) con un argumento que se convertiría en el juicio habitual confuciano de las razones del colapso de la dinastía de más corta duración en China. El ensayo de Chia Yi, admirado como una obra maestra de la retórica y el razonamiento, fue copiado dentro de los dos principales compendios de historia de la dinastía Han y ha tenido una influencia de un gran alcance en el pensamiento político chino como una ilustración clásica de la teoría confucianista.
Tal vez conviene explicar por qué Chin Shih-huang ordenó enterrar vivos a los su-shih. El Primer Emperador de Chin, como se auto-declaró el despota, estaba obsesionado con la continuación de su reinado y alcanzar la inmortalidad.
Conociendo la obsesión del emperador, muchos su-shih aprovecharon la oportunidad para tratar de obtener beneficios de la corte, aduciendo la posesión de fórmulas para producir el elixir de la inmortalidad o de conocer una isla maravillosas donde crecía una planta medicinal que evita la vejez.
La mayoría de estos su-shih eran unos charlatanes y usaban los mismos trucos con que engañaban a la gente incauta para tratar de convencer al emperador a contratar sus servicios. Algunos de ellos tenían ciertos conocimiento académicos, pero muchos de ellos eran analfabetos.
Uno de ellos en particular, Hsu Fu (Xu Fu, 徐福), llegó a exigir del emperador Chin Shih-huang apoyo para emprender tres expediciones a una legendaria isla al este del Mar Amarillo, llamada “Isla maravillosa de los inmortales” (蓬萊仙島), donde se encontraba el codiciado elixir de la inmortalidad. Al retorno de su primer viaje, Hsu reportó que había avistado la isla, pero no pudo contactarse con los inmortales. En su segundo viaje, retornó diciendo que había encontrado a los inmortales, pero éstos no podían entregarle el elixir debido a que no era puro e inocente.
Finalmente, pidió al Emperador Chin que lo acompañasen tres mil niños y niñas, además de una gran cantidad de oro y plata, para emprender otro viaje con el fin de traer de vuelta el ansiado elixir. Partió Hsu con sus embarcaciones cargadas de niños y desembarcó en lo que hoy es Japón. Allí, ordenó destruir las embarcaciones y colonizó las islas, no volviendo jamás a China por temor a la represalía del obviamente enojado Emperador.
Harto de tantos engaños por charlatanes y oportunistas, Chin Shih-huang ordenó una redada contra los su-shih, quienes al verse frente a los jueces, comenzaron a culparse unos contra otros. Sumamente enojado, el Emperador ordenó que fuesen enterrados vivos, para escarmiento de sus potenciales seguidores e imitadores. Los anales históricos registran que unas 460 personas fueron condenadas a este cruel suplicio.
Finalmente, Chin Shih-huang murió mientras se encontraba haciendo un viaje por la parte nororiental de China, en busca de las legendarias islas de los inmortales y el elixir de la inmortalidad. La tradición dicta que murió a causa de un brebaje que contenía demasiado mercurio. A su muerte, le sucedió en el trono su segundo hijo, Huhai, quien asumió al título de Chin Er-shih o Segundo Emperador de Chin.
Qin Er-shih no fue ni de lejos tan capaz como lo fue su padre. Rápidamente surgieron revueltas por todas partes, y cuatro años después de la muerte de Chin Shi-huang, falleció su hijo, el palacio imperial y los archivos fueron consumidos por las llamas, y la dinastía Chin presenció su colapso final.
En resumen, Chin Shih-huang no ordenó la matanza de intelectuales y letrados, no estuvo en contra de los académicos versados en las enseñanzas de Confucio y Mencio. Al contrario, el ensañamiento fue contra ese grupo de personas que predicaban por un lado las enseñanzas confucianistas y por otro lado embaucaban a la gente con supuestas fórmulas mágicas para curar todos los males e impartir la inmortalidad.
Si bien la quema de libros truncó la diversidad del pensamiento en China y destruyó gran parte de los legados intelectuales de las épocas de Primavera y Otoño (770 – 476 a.C. ) y los Estados Guerreros (475 – 221 a.C. ), sería injusto calificar a Chin Shih-huang como un monarca despiadado que quiso destruir toda la civilización existente. Al contrario, debemos reconocer sus contribuciones en la formación de una nacionalidad china única, de la unificación de la escritura, de la estandarización de pesos y medidas, creación de una moneda única, así como la construcción de la Gran Muralla. Todos esos legados han sobrevivido el paso del tiempo y se han conservado hasta nuestros días para resaltar el esplendor y la magnificencia de la cultura de uno de los pueblos más antiguos del mundo.

1 comentario:

  1. muy buena la info :) aunque un tanto confusa con tantos nombres raros xD

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